jueves, 21 de abril de 2011

Santa Juana de Castilla II


Santificación de la Reina
Juana de Castilla ha pasado a la historia conocida por la gente como Juana la loca, la mujer de Felipe el hermoso. Sin embargo, en esta ocasión Benito Pérez Galdós quiere rendir un particular homenaje al personaje. Considera que el tratamiento que se le ha dado no es neutral y que reúne una serie de cualidades positivas que con frecuencia se olvidan.

A modo de recompensa Galdós eleva a la categoría de Santa a la protagonista, sin duda, con razones justificadas.


El hecho de que Juana de Castilla permaneciera durante medio siglo encerrada la convierte en mártir. Su vida, fuera y dentro de Tordesillas, fue un continuo calvario lleno de aflicción. "Primero el amor desatinado que tuvo a su esposo, la ingratitud de éste, su muerte; luego la resolución despiadada del Rey Católico y Cisneros, privándola del gobierno de Castilla para confinarla en este tétrico palacio..." Nunca pudo decidir por sí misma y no tuvo más alternativa que someterse al yugo del poder, que le vino impuesto desde fuera hasta el mismo momento de la muerte.

Además, Doña Juana siempre ha mantenido una proximidad con Dios, pese a hacerlo con su propia metodología, lo que no puede entenderse como herejía. Por el hecho de rehusar intermediarios y farsantes no se le debe demonizar.

Por otro lado, su actitud de amor al prójimo e igualación con los demás, a pesar de ser una reina, hacen que su comportamiento se convierta en encomiable. Ocurriendo lo mismo con su fe en un mundo mejor y con su confianza en la posibilidad de cambio para proporcionar a los habitantes de Castilla una vida digna.

Los marqueses de Denia
La Reina posee la comprensión de los más allegados, su círculo próximo cuida con esmero que nada le falte y la entiende. Sin embargo, Doña Juana tiene que hacer frente a la carencia de humanidad de los marqueses de Denia, que cuentan con el beneplácito del César.

Tanto el Marqués como su esposa dejan a un lado la tarea que les fue encargada y se extralimitan en sus funciones. No tienen en cuenta a la Reina, ni tan siquiera mínimamente, deciden por ella y disfrutan de una vida mejor que la de su Alteza.

Representan el contrapunto a la bondad de Doña Juana. Si ésta llega a alcanzar el rango de Santa, por encima de las cualidades terrenales, ellos, ni tan siquiera ascienden un palmo del suelo. Son rastreros y su actitud sólo hace que corroborarlo, están cargados de malas intenciones y vanidad.

Una clara demostración de la ternura que encarna la Reina tiene lugar en su lecho de muerte. A unas horas de fallecer pide perdón a la vil Marquesa por si alguna vez ha podido ocasionarle daño: "Hoy es el día de pedir a Dios perdón de nuestras culpas, y yo, Marquesa, os pido que me perdonéis si en algo he podido ofenderos."

Galdós antimonárquico
Al leer Santa Juana de Castilla se deduce que Galdós lleva a cabo un rechazo a la monarquía por considerarla un sistema anquilosado y reacio a la libertad.

Galdós fue un adelantado a su tiempo, supo ir siempre un paso por delante de la mano de las ideas más avanzadas y en esta ocasión ha querido romper con la tradición para proporcionar una nueva visión de quien fuera Juana I de Castilla.

Pese a que la Reina forma parte de la monarquía se aleja de ella en su sentido más tradicional, tiene un comportamiento que rompe con las reglas, es rebelde. En definitiva, se niega a dar la razón a su hijo cuando la declara loca, porque años después sique resistiendo y dando muestras de que efectivamente no ha perdido la capacidad de razonar. Por ello, el haber elegido este personaje saca a la luz la intencionalidad crítica del autor.

Además, Doña Juana es una monarca muy diferente, no sólo por el encierro, sino por su carácter afable con los ciudadanos. El acercarse a la gente y ser partícipe de sus derrotas -y también triunfos- demuestra la verdadera forma de ser de la Reina como persona.

Galdós, de cara al público, rompe con los prototipos de la tradicional monarquía. Hace que los lectores -o espectadores en caso de representación- admiren a Doña Juana porque él, en primera instancia, la considera digna de admiración. Queda patente que ha llevado a cabo una interiorización del personaje, porque sólo así es posible transmitir en tal medida.

Muerte de Doña Juana
En lo alto de las iglesias las campanas no se escuchan, sólo se oye el sordo sonido de las matracas. El día más triste de la cristiandad, Viernes Santo, es la fecha en la que la Reina da el último suspiro.

Antes de fallecer Doña Juana se reencuentra con Dios y emprende su viaje hacia un mundo mejor con la conciencia serena, sabe que su idea de la religión no le aleja del cielo.

En pleno estado de alucinación tiene una aproximación a los seres que más quiere. En su mente hacen aparición su madre Isabel, ya muerta, y Carlos, el Emperador. Doña Juana lamenta el abandono de su hijo, añora su calor, su cariño y llora su ausencia. Se siente sola y rechazada por el hombre al que le dio la vida y tiene una premonición acerca de su futuro. Augura que la grandeza sobrepasará a su vástago  para hacerlo retirar a un monasterio, como ella, sin nadie y aislado del imperio.        

Arrinconada, así murió Juana de Castilla, lo hizo oculta y repudiada por los suyos, igual que vivió la mayor parte de sus días.

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