miércoles, 2 de marzo de 2011

Todo es enredos amor, una representación de la compañía nacional de teatro clásico que consigue atrapar y enredar al público

Silencio, oscuridad y expectación, pasan unos minutos de las siete de la tarde. Poco a poco una luz ilumina a dos hombres vestidos de época que comienzan a pintar con yeso un muro de unos dos metros y medio de altura. De repente, los focos se apagan por completo y se escucha de fondo una sonora carcajada de mujer que nadie se espera. Es en este momento cuando se proyecta el texto Todo es enredos amor. Palabras cargadas de sentido que todavía logran significar más vistas desde el contexto de una obra de teatro.

Así empieza Todo es enredos amor, de Diego de Figueroa y Córdoba. Una representación de la compañía nacional de teatro clásico que con gran viveza consigue atrapar y enredar al público durante casi dos horas.
Echar un rápido vistazo a la sala principal del Teatro Pavón basta para dar fe de que la obra logra reunir a niños, jóvenes y ancianos. Todos ellos con una misma intención: disfrutar.



La trama parece complicada, porque un personaje a la vez encarna a otros dos, pero sin embargo, no lo es. Y por si a alguien le queda alguna duda o se ha despistado un poco, todo es explicado cuando se acerca el final. Así el argumento se entiende sin mayores dificultades.

14 actores logran encarnar la obra y acercarla al espectador. Junto con el equipo técnico, son ellos los responsables de hacer que el teatro del siglo XVII quede más cercano a la actualidad. Arrastran al público desde el distrito madrileño de La Latina a la ciudad de Salamanca, cuyo ambiente universitario del siglo de oro español, se recrea a la perfección.

Durante el desarrollo de Todo es enredos amor va teniendo lugar una conexión progresiva entre los personajes y el patio de butacas. El vínculo alcanzado llega a ser tal que el público consigue sentirse involucrado dentro de la acción, como si formara parte de ella. En varias ocasiones, el ritmo de la obra se detiene y los asistentes se convierten en cómplices de los secretos de los protagonistas.

La música y los efectos sonoros consiguen actuar como enlace entre la historia en sí, el papel que cada protagonista desempeña en el conjunto y el mensaje global que se quiere transmitir. Queda más que demostrado que no se trata de un mero acompañamiento, sino una forma de subrayar los momentos más trascendentes. El pianista, ubicado fuera del escenario en el lateral derecho, es un claro ejemplo de ello. Siempre interviene en las situaciones oportunas y jamás parece que lo ha hecho a propósito.

El punto de partida del argumento es la unión entre una residencia de estudiantes y una casa particular por medio de una puerta. A raíz de esta conexión la trama se va enredando conforme avanzan los minutos. La puerta simboliza el vínculo entre ambas viviendas, pero no entendido como paso físico, simboliza muchísimo más. Su importancia llega a ser tal que a pesar de las intenciones de sellarla jamás queda cerrada.

En la última parte de la obra, después de que el elenco de actores termine de cantar y el apagado de las luces indique el final, el aplauso continuado del público demuestra el éxito rotundo. Un éxito sustentado en conseguir lo más importante, crear sentimientos en el público. En definitiva, transmitir.          

No hay comentarios:

Publicar un comentario