miércoles, 10 de noviembre de 2010

Misericordia ¿Caridad o justicia?

Tras la lectura de Galdós y Misericordia la impresión obtenida es que en el desarrollo de la obra en ningún momento hay justicia, más bien todo lo contrario.
A continuación se ofrece una particular perspectiva de la obra de Galdós.



La justicia es uno de los principios del derecho, comprendida como la acción de "dar a cada uno lo suyo" y desgraciadamente en el libro esta situación queda muy lejos de ser real.
            Nina, la protagonista, pese a las iniciales desavenencias que tuvo con Doña Francisca permanece al lado de su señora en todo momento. Jamás se le pasa por la cabeza la idea, más que justificada y coherente, de abandonarla aunque la situación económica era la de una familia bien situada venida a menos. Su fidelidad llega a tal punto que en lugar de dejarla sola e ir a ganar dinero al servicio de otros, recurre a la práctica de la mendicidad con todas las penalidades que conlleva. Todo un ejemplo de  lealtad y nobleza.


            Nina hace absolutamente todo por Doña Francisca, lo posible y lo imposible, ha quedado humillada para poder proporcionarle a ésta comida y algo muchísimo más valioso para la sociedad de la época, dignidad. Sin embargo, a cambio no recibe nada, es más, su dueña le recrimina sus retrasos y sus errores. Nina, ejemplo candente de misericordia, calla o se limita a dibujar con sus envejecidos labios una sonrisa al tiempo que la tristeza se hace hueco en su interior.
            Mucho más allá de la injustica que para la protagonista suponen los reproches de Doña Paca se sitúa el momento de la detención en la redada policial a las puertas de la iglesia de San Sebastián. Resulta sorprendente como una acción tan amarga como pedir estaba prohibida en determinadas calles de la capital de España debido a una orden expresa del gobernador de Madrid.
            El carácter de Doña Francisca es insolente durante toda la acción. Su orgullo le lleva a querer aparentar algo que no es, no es una mujer pudiente y en un principio lejos está de serlo. En esta situación, en la cuarta parte de Misericordia, la injusticia aparece de nuevo con la noticia de la herencia. Precisamente la persona que por su mal carácter y su desagradecimiento menos se lo merece es quien recibe una considerable suma de dinero, cantidad con la que no se contaba y que permite a Doña Paca recuperar su ansiado estatus social. Esta señora, haciendo uso de la gran ingratitud que la caracteriza rechaza vilmente a Benina negándole  un mero techo bajo el que cobijarse.
            En el momento en el que Doña Paca expulsa a Nina de su casa olvida todo lo que su "criada" ha hecho por ella, tan solo permitiéndole coger sus humildes ropajes. Egoísmo es la palabra que más se adecúa a este cruento gesto, egoísmo que ha llegado tras el dinero y que se queda con él de por vida. Como se ha expresado previamente Doña Francisa una vez se hace con el dinero decide recobrar sus apariencias ostentosas, quiere dejar de ser la que era para acaparar con afán importancia social en su persona.  Pese a que la herencia en un principio le ayuda a dejar atrás todas las penurias sigue siendo un ser humano mezquino y pobre de corazón, con escasos sentimientos y una ínfima, por no decir inexistente, calidad humana.
            Sola y rechazada Nina vuelve a mendigar, haciendo así únicamente para ella lo que tiempo atrás tuvo que hacer para otra persona. Sin haberlo deseado nunca y por supuesto sin haberlo merecido se ve de lleno en la calle con tan solo el amparo de los muertos de hambre que previamente había conocido. Entre ellos estaba Almudena, un ciego enamorado de ella, que para más inri enferma y queda a la merced de sus cuidados. Almudena carece de capacidad de visión, pero eso no le impide ser consciente de la vergonzosa realidad social del momento que le ha tocado vivir. [Lo mismo que Galdós hizo posteriormente Valle-Inclán con el ciego Max Estrella en su obra teatral esperpéntica Luces de Bohemia].
            La desgracia de nuevo se cierne sobre Benigna, una mujer entregada de lleno a los demás, para los que es capaz de darlo todo. Sin embargo, como recompensa se cruza una y otra vez con los palos que le pega la vida. O bien se los dan las personas que ella más aprecia o bien son las circunstancias que se los propician.
            Los ejemplos mencionados muestran algunas de las injusticias más significativas que se producen en Misericordia. Injusticia tras injusticia se van sucediendo unas a otras y tan solo queda la caridad, que alivia y proporciona una pequeña ayuda pero que no es la solución perpetua. Porque la caridad supone un desahogo, pero es algo transitorio que carece de la condición de permanencia, además hace que exista una brutal dependencia hacia los demás.
            Aparentemente Galdós prefiere la caridad a la justicia y lo demuestra a través de las desgracias que les van sucediendo a sus personajes, hasta tal punto que llega a generar un sentimiento de impotencia y rabia en el proceso de lectura.
            En la obra son afortunados quienes hacen el mal, aquellos que menos se lo merecen y por el contrario Nina, máximo exponente de la solidaridad y el compromiso por sus semejantes, no cesa de luchar frente a las adversidades. Libra una dura batalla continua contra problemas que cronológicamente se suceden y que van en aumento.
            Una de las múltiples interpretaciones que hace la religión cristiana de la vida terrena es considerarla un valle de lágrimas, una etapa intermedia que es necesario atravesar para poder conseguir finalmente la felicidad. Estado al que se llegará teniendo un recto comportamiento en el mundo, superando la muerte y entrando definitivamente en el cielo, el reino de Dios. B. Pérez Galdós recurre a este símil y transmite la misma idea a través de las palabras del algecireño Francisco Ponte cuando éste dice "La Nina pertenece al cielo... Vestida de pobre ha pedido limosna para manterlos a ustedes y a mí..."
            Benigna soporta heroicamente sobre su propio ser el peso de la injusticia. Ella es el núcleo central de la estructura de Misericordia, para el resto de personajes es portadora de esperanza, ayuda a los que piden en la puerta de la iglesia de San Sebastián y por supuesto a Doña Francisca. Representa la caridad que en última instancia debería convertirse en justicia para que haciendo uso del criterio de igualdad cada uno recibiera lo que le corresponde. Para que cada uno recibiera lo suyo.
            El comportamiento que mantienen ciertos personajes hacia ella le hace sufrir y casi literalmente no le permite levantar cabeza. En cambio en el plano moral es sin duda una santa colmada de buenas intenciones hacia los que le rodean. Por lo que al final Galdós recrea una justicia no tangible que puede ser interpretada como una tranquilidad de conciencia y espíritu que no todos poseen y que Nina derrocha por doquier con su simple existencia.

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